Con
los días como borrones, como ilusiones de una vida que no es la mía, me levanto
con un cansancio inusual y una desidia conocida; espero que el clima cambie y
que el sol aprenda a ser equitativo…
Con una indecisión
que persevera, me muevo como péndulo sin llegar jamás a donde quiero,
alcanzando a medias la felicidad que no ambiciono…pero invariablemente,
imposiblemente y más queriendo que sin querer, apareces vos, y el cielo se
adapta a tu color y los ruidos son de repente otros, y llegas sin palabras o
con las de siempre disfrazadas como malas farsantes de otras menos bellas y te
creo sin creerte y te miro mientras miro un mundo nuevo, y me aferro a vos como
a mi última arma, inmóvil por el miedo a que desaparezcas si hago un movimiento
brusco o imprudente; mi corazón guarda un silencio empecinado, casi tan necio
como el de mis labios, sosteniendo una llama que ilumina, gracias a vos, casi
cualquier sombra. Dejo de estar en mí para estar en el rumor de un aire lejano
y en ese estado de aparente quietud, de carnaval disfrazado de silencio, el
viento que emanas se adueña del tiempo (mudo y atónito en este punto) y la luz
que brindas casi como un milagro se adueña sin esfuerzo de cualquier noche.
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