Apagué las alarmas para escapar de la vigilia, escondí los relojes para no escuchar sus goteras, cerré las cortinas, me dispuse en mi vacío habitual y apagué toda lumbre que me pudiese recordar a la vida. Renegué de la realidad, rogué a los dioses por el abandono sin lamentos que da el sueño, pero ya era tarde, ya jamás me podría librar de mi.
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